Jacques Chirac, que sirvió dos legislaturas como presidente de Francia, fue el primer gobernante galo en reconocer el papel de Francia en el Holocausto y se opuso con firmeza a la invasión estadounidense de Irak en 2003, ha muerto. Tenía 86 años.
Chirac murió este jueves “en paz, entre sus seres queridos”, dijo a The Associated Press su yerno, Frederic Salat-Baroux. No detalló la causa de la muerte, aunque Chirac había sufrido varios problemas de salud desde que dejó el poder en 2007.
Chirac, considerado durante mucho tiempo como el símbolo de la derecha francesa, fue alcalde de París durante casi dos décadas. Al principio de su carrera se le apodó 'La topadora' por su determinación y ambición. Como presidente, entre 1995 y 2007, fue un consumado diplomático internacional pero no reformó la economía ni desactivó las tensiones entre la policía y jóvenes de minorías, que estallaron en disturbios en todo el país en 2005.
Sin embargo, Chirac mostró valor y mostró sus dotes como estadista durante su presidencia.
En lo que quizá fue su momento más brillante, el último mandatario de Francia que recordaba la II Guerra Mundial destrozó el mito de la inocencia francesa en la persecución y deportación de judíos durante el Holocausto, cuando reconoció la culpa de Francia.
“Sí, la estupidez criminal de los ocupantes se vio secundada por los franceses, por el estado francés”, dijo el 16 de julio de 1995. “Francia, la tierra de la Ilustración y los derechos humanos (...) entregó a aquellos a los que protegía a sus verdugos”.
Con palabras menos grandilocuentes, el hombre que defendió la unidad europea _que una vez describió como “arte”_ reprochó a los franceses en 2005 antes de la victoria del “no” en un referendo sobre la Constitución Europea que pretendía reforzar a la UE. “Si quieren dispararse en el pie, háganlo, pero después no se quejen”, dijo. “Es estúpido, se lo digo”. El resultado del referendo fue una derrota política y personal para Chirac.
Su popularidad no terminó de recuperarse hasta después de que dejara el cargo en 2007, entregando el poder a su pupilo convertido en rival Nicolas Sarkozy.
En definitiva, Chirac se convirtió en uno de los políticos preferidos de los franceses, elogiado a menudo por su toque humano y cercano más que por sus logros políticos.
En sus 40 años de vida pública, Chirac fue tachado por sus críticos de oportunista e impulsivo. Pero como presidente, encarnó la fiera independencia tan valorada en Francia: defendió el papel de Naciones Unidas y la multilateralidad como contrapeso al dominio global de Estados Unidos, y defendió las subvenciones agrícolas pese a las protestas de la Unión Europea.
También se le recordaba por otro rasgo valorado por los franceses: el estilo.
Alto, elegante y encantador, Chirac era un hombre bien educado que disfrutaba abiertamente de las ventajas del poder, como los viajes al extranjero y la vida en un palacio del estado.
También se vio envuelto en un sinfín de escándalos, incluidas acusaciones de malversación de fondos y sobornos durante su mandato como alcalde de París.
Fue acusado formalmente en 2007, tras dejar la presidencia que le protegía de ser procesado. En 2011 fue declarado culpable de malversación de fondos públicos, pérdida de confianza y conflicto de intereses, y recibió una sentencia suspendida de dos años de prisión.
No asistió al juicio. Sus abogados explicaron que sufría graves pérdidas de memoria, quizá relacionadas con una apoplejía. Cuando aún era presidente en 2005, Chirac sufrió un infarto cerebral que le envió al hospital una semana. En 2008 se le instaló un marcapasos.
En los últimos años apenas apareció en público. En una ceremonia de premios en 2014 de su fundación, que apoya iniciativas de paz, se le veía débil y caminando con bastón.
Le sobreviven su esposa, Bernadette, y su hija menor, Claude. Su hija Laurence murió en 2016 tras una larga enfermedad que Chirac describió como “la tragedia de mi vida”.