A sus 12 años, Mateo González Tamariz llegó este sábado al Palacio Nacional para ofrecer una muestra de su virtuosismo musical en un recital de piano que incluye su sonata preferida de Ludwig van Beethoven y la obra El rincón de los niños de Claude Debussy.
Mateo es uno de los alumnos más destacados del programa permanente de promoción musical “Las Notas de Guido”, y del Instituto Superior de Música del estado de Veracruz, fue el ganador del III Concurso Nacional de Interpretación Musical “Las Notas de Guido”, y obtuvo el segundo lugar del Concurso Nacional Infantil de Piano-Cedros Yamaha.
El niño pianista ha participado en recitales en la Universidad Veracruzana, en el Museo de Antropología de Xalapa y en el Festival Internacional de Piano de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), así que tiene muchos de concierto a cuestas, dice su maestra, la también reconocida pianista veracruzana Luisa González Pardo.
En el escenario, el rostro adusto de Mateo mira fijamente a la nada, coloca sus pequeñas manos en el piano y el silencio envuelve su mundo para empezar a tocar la sonata de Beethoven. Sus dedos se mueven velozmente por el piano Steinway en una ejecución pareja y diáfana, y la musicalidad del “Grave; allegro di molto e con brio”, evoca sentimientos de dolor y luz. Mateo mueve entonces la cabeza de un lado a otro y surgen el “Adagio cantábile” y el “Rondó Allegro”.
Sus emociones van aparejadas a esta obra de su predilección porque dice que es muy contrastante y en ella Beethoven muestra su miedo a quedarse sordo. “Una obra muy bella por ese miedo que le produce perder lo más bello”, relata.
“Mateo tiene un talento que abarca lo necesario para ser un gran músico; estamos hablando de un virtuosismo que tiene que ver con energía, fuerza y velocidad, y que con dulzura, comunicación y arte”, dice la maestra González Pardo, creadora y directora del Festival Xalapa y presidenta del festival “Las Notas de Guido”.
“Mateo puede ser Mateo. No necesita referencias. Tiene su personalidad, desde el primer momento que se escucha a Mateo se escucha a un Mateo”, añade la pianista.
Fue a los siete años cuando Mateo tocó las teclas de un piano por primera vez, el mismo que su madre Elisa Tamariz Domínguez usó durante siete años de su niñez al lado de su abuela.
“Fue curioso”, explica su madre, hoy investigadora universitaria. Mateo fue atraído por el instrumento y empezó a tocar y a sacar partituras solito “y en seis meses adelantó lo que yo en cinco años”, confiesa la madre con una sonrisa.
Tras cinco años de aquella “sensación extraña” por tocar el instrumento, Mateo define a la música como “un estilo de vida. Los sonidos del piano son muy bellos, espectaculares, puedes hace un sonido de lo más tenue a lo más fuerte”, afirma Mateo.
En esta etapa de su vida musical, otra de sus obras favoritas es El rincón de los niños, del compositor francés Claude Debussy. De las seis piezas que conforman la obra, Mateo ama los sonidos de “Doctor Gradus ad Parnassum” y de “Golliwoggs Cakewalk".
“Es una pieza muy juguetona, (Debussy) la compuso para su hija de tres años a la que llamaba Chou-Chou, la amaba mucho y me gusta ese ritmo que tiene la pieza”, describe.
A su corta edad, Mateo se preocupa por su futuro y si podrá seguir tocando el piano, incluso habla de fracasos que parecen lejanos. “Al ser pianista, supongo, que los conciertos necesitan fondos para poder subsistir si no te mueres... me preocupa que si no soy tan exitoso podría fracasar”.
Sus profesores lo describen como un niño que se apropia de las obras mediante sus propios sentimientos, emociones y experiencias, pero antes de cada concierto siente nerviosismo y se asoma para ver cuánto público lo espera entre murmullos para luego quedarse en silencio antes de su salida.
Ese mutismo también estuvo este sábado en el Palacio Nacional de Ciudad de México dentro de la programación “Jóvenes en la música”, coordinado por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
“A veces no escucho al público, me meto en la música y en mi mente empiezo a pensar historias que se relacionen con lo que estoy tocando… Y de repente todos te aplauden y es reconfortante. En las últimas piezas sientes que el piano ya es tuyo”, platica Mateo.