Como toda obra transexenal, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) tuvo una inauguración a lo grande, con la presencia del presidente de la república y sus cercanos, tanto militares como civiles. Fiesta por todos lados, autoalabanzas por parte de los encargados de la obra, así como de los empresarios beneficiados con la misma. Por supuesto, no podía faltar la presencia de militares vestidos de civiles para que se viera ocupado el recinto, de la misma manera, los acarreados se lucieron participando en los vuelos patrocinados, al tiempo que lanzaban porras y bailes por la “espectacular” obra que estaban presenciando.
Lastimosamente, el tema central que debió ocupar las portadas de los medios de comunicación no fue el hecho de que inauguraron una obra inconclusa, tampoco fue la inoperatividad e ineficiencia que supondrá en el futuro próximo este aeropuerto, mucho menos resaltaron notas que denunciaran los múltiples problemas que significarán para los pasajeros que por mala fortuna deban abordar en ese bodrio que lo único que tiene de internacional es el nombre. No, la palabra más resonada en la radio, la televisión y la internet fue “tlayudas”.
Y es que corrieron múltiples videos y fotografías de un par de personas vendiendo estos alimentos (o algo parecido), así como recuerditos y objetos alusivos a MORENA y al propio presidente, y al día de hoy sigue siendo un tema de conversación. Claro que es un punto que supone análisis por la forma en la que se presentó, pero considero que se le dio más importancia de la que debió tener. Empezando por el hecho de que las personas que vendieron sus productos de manera informal en este aeropuerto rompen con el esquema de un edificio de tal envergadura, afectando principalmente a los negocios que pagaron por tener un local establecido en el AIFA, pero una vez que esto queda claro, no había necesidad de darle más vuelo al tema.
Evidentemente, la mera presencia de vendedores ambulantes fue el distractor perfecto para que no nos fijáramos en el hecho de que se estaba inaugurando una obra gris, sin terminales de carga domésticas ni internacionales, con una capacidad de tan solo ocho vuelos por día en donde el único destino internacional es a Venezuela, sin oficinas del SAT, sin agencias aduanales, con una sola pista de aterrizaje disponible, sin Servicio Postal Mexicano, sin tren suburbano, con un hotel que solo tiene lista la fachada para las fotos, con baños sin agua, contactos de luz sin corriente eléctrica y un largo etcétera de elementos de crítica que no fueron mencionados en casi ningún reporte periodístico.
Ahora bien, cierto es que el clasismo sí se notó en algunos comentarios dentro de las redes sociales por el hecho de que se vendieran tacos de trompo de pastor y antojitos, pero también hubo clasismo desde el momento en que quienes pudieron llegar sin contratiempos al AIFA fueron los funcionarios que llegaron en avión, el presidente con una caravana a las 5 de la mañana y en día feriado y los afortunados que transportaron en vehículos gubernamentales.
Sin embargo, me atrevo a afirmar que la crítica principal de que se vendieran tlayudas no era tanto por el producto en sí, sino porque lo hacían en un rincón, como si de un mercado se tratara. La dignidad en vender antojitos es inobjetable, a todos nos encantan, pero estoy seguro de que preferiríamos ver un local establecido dentro del área de venta de comida (que tampoco estaba lista) compitiendo con las empresas típicas de un recinto internacional. Seguro estoy de que tendría mucha más venta un puesto de garnachas en medio de un Pizza Hut y un Starbucks, porque el folklore no se retrata en un puesto de tamales, sino en la algarabía, el color y la tradición que hay detrás del mismo.
De este modo, considero importante seguir el tema de forma objetiva y criticando las cosas que realmente nos van a afectar a los mexicanos, como el principal hecho de que esta obra está costando una millonada y nos están entregando una central de abastos que no sirve, misma que está siendo pagada con impuestos y que nos va a costar durante muchos años más, por lo tanto debemos exigir que nos entreguen un aeropuerto de calidad internacional y que nos ayude a resolver el problema que se supone que está destinado a solucionar, descongestionar el tránsito aéreo provocado en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), al mismo tiempo que deberá suponer un beneficio turístico y económico para las arcas del país.
Lamentablemente, nunca va a faltar el “pues ya, aunque sea” característico del mexicano que se conforma con dádivas mediocres, pero estoy seguro de que podemos y debemos aspirar a mucho más que sólo eso.
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