Este domingo 1 de diciembre de 2019, iniciamos en la liturgia de la Iglesia católica un nuevo año litúrgico con el tiempo del ADVIENTO (Del latín adventus y del griego parusía: “presencia”, “llegada”, “venida” o “visita”). Se trata de un periodo bellísimo que nos prepara para la venida del Señor. El adviento dura 4 semanas. Es una preparación para la navidad.
Con el adviento se expresa la cercanía de Dios a la humanidad, su presencia y su caminar entre nosotros. Este acercamiento divino está movido por el Amor de Dios a la humanidad. El evangelista san Juan lo expresa de esta manera: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su propio hijo para que el mundo se salve” (Jn 3, 16).
En el adviento escucharemos muchos mensajes que nos motivan a prepararnos para la venida del Señor: “conviértanse”, “estén preparados” “el desierto florecerá”, “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz” “ya viene el Señor”, entre muchos otros.
En efecto, en la realidad que estamos viviendo, tenemos momentos como de naufragio y de oscuridad (violencia e inseguridad, pobreza extrema, mala calidad en los servicios de salud, escasez de medicinas, crisis económica y social, vías de comunicación destrozadas y áreas públicas abandonadas), la vida presente está caracterizada por la incertidumbre que provoca desconfianza, críticas amargas, desencantos, dudas, escepticismo, especulaciones, mentiras, agresiones y desánimos.
La mega manifestación pacífica anunciada para este primer domingo de diciembre abraza mucho de esta realidad; son voces que reclaman una verdadera transformación; es el dolor y el agravio de muchas víctimas que están sufriendo las consecuencias de un sistema que no responde a sus necesidades y que está atentando contra las instituciones y las libertades fundamentales. Es el cansancio y el malestar que todavía busca canales para encontrar una respuesta. Ojalá haya oídos y disponibilidad para atender estas demandas.
¿De dónde nos llegará la verdadera luz? esta es la pregunta que responde el tiempo del Adviento que estamos comenzando. Los que creemos en Dios, no podemos idolatrar las instituciones humanas por más promesas que nos hagan, las instituciones son sólo mediaciones y deben cumplir con sus responsabilidades.
Lamentablemente se ha provocado más desencantos que satisfacciones; La verdadera luz viene de nuestra apertura a Dios que se acerca. Es aquí donde el profeta Isaías tiene mucha actualidad: El pueblo que caminaba en las tinieblas vio una gran luz… este es el Adviento que necesitamos. Aquí radica la esperanza que debemos cultivar.
Junto con la apertura a Dios, necesitamos ser también más colaboradores con el bien común y dejar de ser indiferentes; México empieza a cambiar cuando cada uno de nosotros da lo mejor de sí; cuando nos comprometemos con la verdad y la justicia. Cuando hacemos las cosas con calidad, creatividad, honestidad y transparencia. La autoridad tiene una buena parte de responsabilidad en esto y debe usar los recursos que tiene para lograrlo pero también cada uno de nosotros. Esto también es Adviento.
El Adviento es, por excelencia, el tiempo de la esperanza. Cada año, esta actitud fundamental del espíritu se renueva en el corazón de los cristianos que, mientras nos preparamos para celebrar la gran fiesta del nacimiento de Cristo Salvador, reavivamos también la esperanza de su venida gloriosa al final de los tiempos.
La esperanza Cristiana a la que nos referimos se distingue de la Esperanza humana. Ambas virtudes ponen la mirada en un bien futuro, con la diferencia de que en la esperanza humana no estamos ciertos de alcanzarlo, mientras que en la Esperanza cristiana, lo que esperamos es un bien del que estamos seguros porque Dios ya lo ha revelado.
Para mantener viva esta esperanza necesitamos cambiar el corazón, necesitamos superar nuestros egoísmos y autocomplacencias, necesitamos abrirle un espacio a Dios. Con ello estaremos celebrando un buen ADVIENTO.
Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Director
Oficina de Comunicación Social
Arquidiócesis de Xalapa