Poco antes del mediodía, las campanas de la Catedral de Xalapa comenzaron a sonar.
Era el llamado para la misa de las exequias del cardenal Sergio Obeso Rivera, quien falleció el pasado domingo a las 20:40 horas, por complicaciones de salud.
El recinto religioso comenzó a llenarse desde las 11 horas.
Familiares, amigos, religiosos provenientes de distintos puntos del estado y del país, así como empresarios, funcionarios, exfuncionarios y fieles católicos abarrotaron la iglesia.
Eran más de 5 mil personas, entre ellos: el exalcalde de Xalapa, David Velasco; el empresario Justo Fernández; el exsecretario de gobierno, Rogelio Franco; y el exgobernador, Miguel Ángel Yunes Linares.
Del gobierno del estado no llegó nadie. Incluso, el titular de asuntos religiosos prefirió mandar a un representante.
Afuera de la catedral, la plaza Lerdo también estaba llena de fieles que no pudieron ingresar. A ellos les instalaron sillas y una pantalla.
A las 12 en punto la misa. Fue encabezada por el arzobispo de Xalapa, Hipólito Reyes Larios. También llegó el cardenal Norberto Rivera; el obispo de Tehuacán, Gonzalo Alonso Calzada; de Tulancigno, Domingo Díaz; de Querétaro, Mario de Gasperín; y padres de diversos puntos de Veracruz.
Al frente del altar, el ataúd de madera era velado por un cirio y tenía los objetos personales del cardenal, así como una bandera de México y la del Vaticano.
Durante la ceremonia, el arzobispo dio una breve semblanza del cardenal.
Recordó que nació en Xalapa, pero residió en Las Vigas hasta los 9 años de edad. Poco después decidió entregar su vida al Señor y comenzó sus estudios. Mencionó que por sus actitudes logró ser arzobispo de Xalapa y finalmente fue nombrado cardenal en junio del año pasado.
Destacó que una de las palabras con la que todos describen al cardenal fue la de humildad.
“Uno de los obispos hace rato comentaba en la sacristía que quién no le debe un favor al cardenal Don Sergio, porque era tan humilde, tan bondadoso, a todo decía que sí, sacaba su libreta, apuntaba, recibía y escuchaba (…) Nos damos cuenta de los dones que Dios le dio, la gran personalidad que tenía y la sencillez que lo caracterizaba, casi todos coinciden en su humildad”.
Por lo que siempre fue muy querido por todos los obispos, sacerdotes, laicos y fieles.
Una de sus sobrinas también lo recordó como un hombre entregado a Dios y a su familia.
Mencionó que en su “vochito” llegaba a las comunidades más alejadas para ayudar a quien así lo requiriera; además, recordó que siempre fue atento a su familia, a quien llevaba de excursión o citaba en su cabaña para convivir.
Después de casi 2 horas, llegó el momento de darle el último adiós.
Entre aplausos y al grito de “Viva el cardenal”, los ciudadanos se despidieron de él.
Como fue su deseo, fue enterrado en la catedral, justo debajo de lo que se conoce como la “torre mocha” y a un costado de la tumba de San Rafael Guízar y Valencia.
Así concluyó la misa, poco a poco, se fue vaciando la catedral, sin embargo, permanecerá abierta para que la ciudadanía que así lo desee acuda a visitar la tumba o participe en el novenario que se llevará a cabo durante los siguientes días en punto de las 19 horas.