Cuando a los hijos de Yelitza de 9 y 11 años les preguntan en la escuela a qué se dedica su mamá, ellos responden “Es ama de casa y buscadora”.
Yelitza Cruz Gómez de 28 años, es integrante del Colectivo El Solecito de Veracruz, un grupo de mujeres que con sus propios medios buscan sus familiares en fosas clandestinas, pero como la mayoría de las que integran el colectivo, tiene una doble jornada no remunerada: buscadora y ama de casa.
Todos los días se levanta a las 5 de la mañana para acudir al lugar de las búsquedas, antes de tomar el transporte público deja listo los uniformes, el desayuno y los trastes limpios; para después tomar una varilla y una pala que serán sus herramientas de trabajo durante las siguientes 7 horas bajo los 33 grados de calor en el Puerto de Veracruz.
Antes de que la violencia en el estado le cambiara la vida a la familia de Yelitza, ella se encargaba del cuidado de sus hijos y nunca había tenido un empleo; ahora tres años después de la desaparición de su esposo se convirtió en proveedora y cuidadora del hogar, además de buscadora.
“Todo cambió, desafortunadamente, desde que él desapareció las cosas se han tornado para mal económicamente, pues ahora me las veo muy difícil, mi trabajo como madre se triplicó, ahora soy mamá, lo busco a él y tengo que ver de dónde saco dinero, todo ha sido muy difícil”, explica Yelitza.
Actualmente, ni sus hijos ni ella cuentan con otro apoyo que no sea el de su familia, a pesar de que como víctimas indirectas tiene el derecho de recibir apoyo económico, alimenticio, psicológico, de educación y de salud por parte del gobierno, como lo marca la Ley de Víctimas publicada en la Gaceta Oficial del Estado desde abril del 2017.
Yelitza comenta que a pesar de que la Ley está vigente los trámites y papeleos que le exigen la desaniman a solicitarla, además de que requiere tiempo que prefiere gastarlo buscando a su marido o cuidando de sus hijos.
“Primero te dicen que sí, que te van a apoyar y que le lleves tal papel, luego que ese no es, y así se van en puros papeleos y tiempos que realmente no tengo, se supone que ellos están obligados a garantizarte seguridad y si no lo hacen, como en nuestro caso, deben de apoyarte, pero no, nomas te quitan tiempo”, dice.
El 1 de diciembre al tomar posesión como gobernador del estado, el morenista Cuitláhuac García Jiménez, anunció la declaratoria de Programa Emergente por Crisis de Violaciones de Derechos Humanos en Materia de Desaparición de Personas en Veracruz, y reconoció el trabajo de los Colectivos de Búsquedas ante la omisión de las autoridades.
Con esto hizo un llamado a organismos de los sistemas internacionales de derechos humanos y organizaciones civiles nacionales e internacionales, para apoyar en la implementación de un plan de acción a través de cooperación, financiamiento y asistencia.
Además se comprometió a crear un programa emergente que ayudará a la atención, asistencia, protección, acceso a la verdad y reparación de las víctimas y destinar de recursos suficientes al Fondo de Ayuda, Asistencia y Reparación Integral (FAAIR) al igual que a la Comisión Ejecutiva Estatal de Atención Integral a Víctimas (CEEAIV). Con eso Yellitza y todas las mujeres dedicadas a las búsquedas deberían tener lo que por ley les corresponde.
El trabajo en las fosas
Cómo Yelitza, el 80 por ciento de mujeres que integran el Colectivo del Solecito buscan al padre de sus hijos y que como ella han tenido que hacerse cargo del cuidado del resto de su familia y la búsqueda de su marido, comenta Lucía de los Ángeles Díaz Genao, representante del Colectivo.
La primera vez que Yellitza entró a un predio ubicado a las espaldas del Fraccionamiento Colinas de Santa Fe en el Puerto de Veracruz a buscar a su esposo, lugar que durante muchos años fue ocupado por el crimen organizado como cementerio clandestino, ella no durmió y no regresó hasta el tercer día.
“Yo el primer día me enfermé fatal, porque jamás en la vida había hecho algo así y yo el primer día me tocó un solazo, y yo ay no Dios mío como esta gente puede aguantar todo esto”.
“Lloré fatal porque se me vinieron muchas cosas en la mente, pensé que eso fue lo último que él vivió, un montón de cosas se me vinieron a la mente, entonces pues yo por quererlo encontrar me he aventado a todo esto, el querer aprender para saber, porque yo ya lo quiero encontrar como esté”, narra Yelitza su primera experiencia en las búsquedas.
La necesidad de saber dónde está su marido, la llevó a tomar talleres con Policía Científica y antropólogos para saber identificar restos humanos entre la tierra y vegetación, con el olfato y la intuición apoyó en el hallazgo de más 160 fosas y 297 cráneos humanos en Colinas de Santa Fe.
Con una mano carga una varilla de más de 2 metros y en la otra una libreta de apuntes, con un sombrero y un pañuelo se cubre del sol y camina sobre dunas de arena, otras veces en el fango y monte, picando el suelo y oliendo el metal.
Así desde las 8 de la mañana hasta las 3 de la tarde, Yelitza, trabaja para buscar a los cientos de desaparecidos en Veracruz; a veces solo con agua en el estómago ya que no siempre cuenta con dinero para comprar algo de comer.
“Me enseñaron que se debe de envarillar y la varilla se huele, y nos han explicado los olores, nos dicen que cuando huele animal muerto ahí abajo hay algo, o cuando hay una lomita, donde todo esta plano, si hay un arbolito muy bonito, muy verde, a comparación de los demás (…) en cuanto encuentres una bolsa le avisábamos a la Policía Científica”, expresa.
Los primeros días las largas jornadas de 8 horas bajo el sol le causaron ampollas en las manos que con los meses se convirtieron en callos; los intensos calores le dejaron constantes migrañas que trata con medicamentos genéricos o remedios caseros, pues prefiere no gastar en ella.
Trabajo de mamá y proveedora
Después de su trabajo en el cementerio clandestino, Yelitza, llega a casa a comer con sus hijos, revisar tareas de la escuela y limpiar la casa.
A veces después de que termina con todo eso apoya a su suegra con la tienda y los domingos saca el bazar donde vende cosas que le regalan y con el que obtiene recursos para financiar las búsquedas en las fosas.
El gasto económico que tiene a la semana es de alrededor de mil 200 pesos, dinero con el que su familia lo apoya, pero incrementa cuando tiene que pagar colegiaturas o alguna emergencia médica. Ahí se le complica más.
“Todavía era de llegara la casa a limpiara a revisar tareas, libretas a firmar, a ‘mamá me falta eso’, ‘mamá tengo que hacer una maqueta’, corre a la papelería, córrele acá. Por ejemplo hubo un día en el que llegue y uno de mis hijos estaba enfermo, así como llegue chorreada, toda mugrosa entierrada, me lo lleve a la farmacia, son ingresos que no contabas, pero que hay que sacarlos de donde sea”, dice.
El desgaste físico y emocional que vive Yelitza desde la desaparición ha sido enorme, pero trata de llevarlo con fe y el amor a sus hijos.
“Todos los días que me levanto le pido a Diosito que me ayude, que me dé mucha fuerza, ya no lloro, lo hacía mucho después de que se lo llevaron, pero ahora solo rezo y tengo mucha fe en que pronto lo vamos a encontrar y todos vamos a poder descansar de alguna manera”, agrega.
(Testigo Púrpura/ Alba Valdez)