La jornada de oración por la vida que se llevó a cabo en todo el territorio veracruzano, el pasado 4 de octubre de 2018, con la campaña “Enciende una luz por la vida” para gloria de Dios, resultó muy exitosa. Con mucha alegría pudimos advertir cómo miles de feligreses se unieron.
Las 8 diócesis de la Provincia Eclesiástica de Xalapa (Tuxpan, Papantla, Xalapa, Orizaba, Córdoba, Veracruz, San Andrés Tuxtla y Coatzacoalcos) se unieron para orar por un tema común, la vida humana. Por las calles, en algunas plazas públicas, en los hogares y sobre todo en las parroquias y capillas, se escuchó un clamor constante: ¡QUE SE RESPETE Y DEFIENDA LA VIDA EN TODAS LAS ETAPAS DE SU EXISTENCIA! Y es que la vida humana es un bien precioso que lamentablemente sufre todo tipo de amenazas y agravios.
Para los concebidos y aún no nacidos está latente la terrible e inhumana amenaza del aborto, para los migrantes que pasan por nuestro territorio, los signos de la muerte se expresan en múltiples formas: agresiones, amenazas, asaltos, violaciones de sus derechos, desapariciones forzadas y asesinatos; también se agrede a algunos miembros de grupos vulnerables como los indígenas, las mujeres y los adultos mayores. De modo general, podemos decir que, los asesinatos, las desapariciones y los secuestros, son fruto de la inseguridad que se vive por doquier, son expresiones de la oscuridad que conlleva la cultura de la muerte. La violencia ha sembrado luto y dolor en los hogares y en muchas familias. Se necesita trabajar muy duro para fomentar el aprecio y respeto por la vida.
Fue el Papa Juan Pablo II quien pidió la celebración de una jornada por la vida para manifestar “el gozo por una vida que nace, el respeto y la defensa de toda existencia humana, el cuidado del que sufre o está necesitado, la cercanía al anciano o al moribundo, la participación del dolor de quien está de luto, la esperanza y deseo de inmortalidad” (Juan Pablo II, El Evangelio de la vida, n. 85).
Por ello, el objetivo de estas jornadas que son acciones muy concretas que forman parte de la cultura de la vida, es “suscitar en las conciencias, en las familias, en las Iglesia y en la sociedad civil el reconocimiento del sentido y del valor de la vida humana en todos sus momentos y condiciones, centrando particularmente la atención sobre la gravedad del aborto y la eutanasia, pero sin olvidar los demás momentos y aspectos de la vida, que merecen ser objeto de atenta consideración, según sugiera la evolución de la situación histórica” (Ibidem, n. 85).
Junto con estos objetivos, la Jornada de Oración inauguró la preparación para la Megamarcha por la vida del 20 de octubre, que también se llevará a cabo en todo el territorio veracruzano, hasta ahora son ya 28 sedes confirmadas, donde habrá diversas movilizaciones para salir a las calles a proclamar que en Veracruz, debemos respetar la vida desde el momento de la concepción y hasta su desenlace natural. Por lo mismo se espera que más de 100 mil personas abarroten las calles y plazas públicas para decir que Veracruz dice Sí a la vida.
La vida humana se ve frecuentemente despreciada, por eso debemos ser promotores de la cultura de la vida. La vida es un don de Dios que debemos acoger, custodiar y promover. La vida es siempre un bien. “Para una mujer embarazada, por dramáticas que sean las circunstancias que le rodean, el camino que le abre un horizonte de verdadera humanidad y de plenitud personal es la maternidad. El aborto supone la muerte de su hijo, y una herida interior muy profunda de graves consecuencias. Custodiar la vida exige el apoyo efectivo a la mujer embarazada y a la maternidad. La sociedad tiene la responsabilidad de ofrecer a estas mujeres la posibilidad y el apoyo para que su hijo llegue a nacer”. (Pbro. José Juan Sánchez Jácome, Jornada de Oración por la Vida, p. 2).
Hacemos votos para que la jornada de oración por la vida tenga impacto en las conciencias de cada uno de nosotros para ser los primeros promotores y constructores de la cultura de la vida. La cultura de la vida es lo que puede incidir en los diversos actores sociales para que se promuevan políticas públicas que procuren el bien común, el respeto de los derechos humanos y la reconstrucción del tejido social. En otras palabras, la cultura de la vida contribuye grandemente al futuro de la civilización humana.