Una tarde, Francisco recibió la llamada de su banco para confirmar gastos por 33 mil pesos; era el monto que debía sin haber activado su nueva tarjeta de crédito y, peor aún, se enteró más tarde que de ahí robaron los datos de su identidad para “comprar” tres camionetas con valor total de un millón 200 mil pesos.
Esta es sólo una de miles de reclamaciones por robo de identidad que ocurren en México, el octavo país en robo de identidad en el mundo y que va en aumento, según la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef).
Días antes, en una sucursal de Banamex de la avenida Insurgentes, antes de llamarse Citibanamex, Francisco tramitó su tarjeta de crédito, y le pareció extraño que no le pidieran recibos de honorarios para calcular el monto que obtendría, pero le otorgaron la oro, por casi 40 mil pesos de crédito, que llegaría a su domicilio diez días más tarde.
Así fue, y sin activar el plástico ya debía 33 mil pesos. De acuerdo con el personal del banco, 16 mil pesos por el gasto en una emisión y 17 mil más que tenía de días antes. El usuario argumentó además de que no la había activado, que había gastos antes de recibir la tarjeta.
La oficina de Aclaraciones bloqueó la tarjeta y le explicó a quien llamamos Francisco, un empleado de la administración pública de 52 años de edad, que tenía la posibilidad de interponer un recurso de aclaración en la oficina de Investigaciones.
Durante ese trámite, le indicaron por correo electrónico y por llamada telefónica que activara la tarjeta, pero se negó porque esa era la prueba de que no había hecho ningún gasto, así como la fecha de recibido.
Apenas pasó un mes de haber iniciado el problema bancario, recibió la llamada telefónica de una concesionaria de la automotriz Nissan para recordarle el pago atrasado de sus créditos vehiculares. Francisco negó que hubiera tramitado o siquiera preguntado por el precio de una camioneta. Son dos, le dijeron, con valor de 400 mil y 430 mil pesos.
¡No podía creerlo!
Como prueba le refirieron su nombre completo, teléfonos y otros datos. Siguieron las llamadas a su celular todas las mañanas, desde las siete, y a su trabajo. Cuando no estaba le dejaban recado a sus compañeros para que pagara los meses vencidos del supuesto crédito.
Decidió interponer una demanda ante la Fiscalía de investigación de Álvaro Obregón. Antes ya había intentado en las agencias del ministerio público de Obrero Mundial y de División del Norte, pero le indicaban que correspondía a otra, usando la dirección que les conviniera para que no la presentara ahí: el domicilio del usuario o del banco o de la automotriz.
En la de Álvaro Obregón un letrero decía que en cualquier agencia puede interponer la demanda. Así que ahí la levantó. El agente le tomó sus datos de mala gana, indicándole que la investigación tardaría y que su demanda servía para deslindarse de ser cómplice de asociación delictuosa. Al final, le recomendó que no pagara nada.
Días después recibió otra llamada cobrándole la mensualidad de un vehículo de la Ford. Será de la Nissan, aclaró. No, dijo la voz del otro lado del teléfono, es una camioneta Ford con valor de 400 mil y... Y a Francisco se le nublaron los sentidos, su orientación daba vueltas y se imaginó en una pesadilla, pero no, era real, pues le indicaron sus datos como en los casos anteriores.
Tras la investigación, el banco canceló la tarjeta de crédito y le generó otra tarjeta donde pasó el nuevo monto de deuda: 16 mil pesos, porque la institución resolvió asumir la pérdida de 17 mil. El usuario rechazó la conclusión salomónica del banco.
Se entrevistó con la ejecutiva de cuenta y con el gerente, quienes culparon al servicio de mensajería del uso indebido de la tarjeta y le recomendaron el camino de la segunda revisión ya recorrida. Nada, por el banco ya no había nada qué hacer y los intereses por la deuda subían.
Francisco acudió a interponer una queja a la oficina de la Condusef, y le explicó el caso a la licenciada asignada; en la siguiente cita lo atendió una joven licenciada, quien le explicó los datos requeridos para citar a los representantes del Banamex, de Nissan y de la Ford.
En citas diferentes y careos entre el quejoso y representantes de las empresas, el banco se dio su tiempo para revisar el caso, de equivocarse de nuevo y volver a citar, pero al final no le quedó otra que aceptar la pérdida y cancelar la segunda tarjeta. Las pruebas eran en favor del usuario.
El abogado de la Nissan, por su parte, también reconoció que hay muchos fraudes de ese tipo, que han afectado a la automotriz por robo de identidad, y por la pérdida de las dos camionetas, las cobraría al seguro.
No fue así el caso del representante de la Ford, quien presentó copias de la documentación, letra y firma del falso Francisco. En la confrontación, la licenciada de la Condusef le hizo notar que ni la foto de la credencial ni la firma ni la letra en poder de la automotriz correspondían al quejoso.
El abogado de la Ford insistió que tenían el pagaré y que lo cobraría. La funcionaria de la Condusef adelantó que resolvería en favor del usuario, pero aun así el representante automotriz dijo que demandarían al usuario. Extendió su mano para despedirse y se fue.
La licenciada de la comisión defensora de servicios financieros le indicó al quejoso que, en caso de demanda, el juez tomaría en cuenta la decisión de la Condusef a su favor.
La demanda contra Francisco no llegó y al intentar obtener un plan y compra de un teléfono móvil de Telcel, se lo negaron con el señalamiento de que estaba en el Buró de Crédito y no procedía la solicitud.
Ante esa situación, decidió contratar los servicios de un despacho jurídico y sus abogadas acudieron a las oficinas del Buró de Crédito con la resolución de la Condusef, pero la sociedad de información crediticia se negó a borrarlo de la lista negra, con la justificación de que sólo lo puede hacer hasta que la empresa acreedora cancele el adeudo.
A los representantes de la Ford les llevó 15 días que aceptarán cancelar el falso adeudo y la notificación al Buró de Crédito, hartos de la búsqueda de la abogada del despacho jurídico y de las llamadas telefónicas constantes para resolver el caso y evitar la demanda.
A Francisco le llevó dos años y medio librarse de todas esas deudas que nunca contrajo ni disfrutó.
El robo de identidad ocurre por la pérdida de documentos, robo de carteras y portafolios, tomada de una tarjeta bancaria, por sustracción cibernética o telefónica, y la mayoría de los usuarios se dan cuenta de la suplantación de identidad después de 28 a 100 días del ilícito, alertó la Condusef, al recomendar prevenir estos delitos.