“Desde el día que perdí a mi hija a causa de la violencia que prevalece en el Estado de Veracruz me convertí en una piltrafa humana", así lo declaró la activista Esther Palacios, madre de Irene Méndez, quien fue asesinada el 8 de junio del 2010, junto con su esposo en esta ciudad capital.
En su ponencia “Fronteras de la Memoria”, recordó que su hija, una joven de 26 años que estaba embarazada, murió de seis disparos provenientes de un arma de alto poder de fabricación extranjera y de uso prohibido en el país.
“Recibí la noticia cuando estaba por caer en el sueño profundo; acudí al Seguro Social junto con la madre de mi yerno quien me avisó de la desgracia. A partir de esa noche, que fue la peor de mi vida, toda esa noche sólo repetía sin cesar los versos de Vallejo: Hay golpes en la vida, tan fuertes, yo no sé, golpes como del odio de Dios”, repetía.
Compartió, que minutos más tarde se le anunció sobre la muerte de su hija “la de en medio. Todo se convirtió en una maraña oscura, mal oliente y dolorosa, por muchas horas dejé de tener voluntad, estaba vencida por el dolor, sin fe y con rabia”.
Recordó que enseguida del asesinato de su hija tuvo la necesidad de escribir para “poder respirar”.
“Pero nos quedó su alma, ahí recordé un fragmento que dice: si yo no creyera en el alma, no viviría una hora más”, reseñó.
Narró, que después del duelo, dejó de creer en la religión que profesaba “si pudiera escuchar las palabras del cura con fe sería más fácil el trance. Deje las cenizas de mi hija en una cripta de su familia política, ese fue su destino y no hay vuelta atrás”.
Después de ello, comentó, el día a día, fue aún más difícil, “no me arropaba la calidez de mi hija mayor y mis nietos, lo más coherente hubiera sido dejarme morir, pero no podía darme ese lujo porque tengo un compromiso con mi hija menor Beatriz, de quien se dice tiene una condición precaria, supuestamente, pero es más fuerte que yo”.
Su refugio en la literatura y una libreta negra, con pasta dura, sin espiral y una pluma de gel recordó, fue una tabla de salvación “fue el puente que me volvió a conectar con la vida. Tal vez para ese momento me había estado preparado desde hace años tras para tener esa relación con la literatura, no en el sentido religioso sino en el literario”, dijo Esther Palacios.
Destacó, que como varias madres no tuvo valor, ni fe, para denunciar en el Sistema Estatal Judicial y Federal “si denunciaba seguramente no estaría aquí. Escribir era la única forma de no morir. La única forma de no caer en el olvido fue la poesía”.