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Expertos del INAH descubren un ancla europea con madera del siglo XV en aguas de la Villa Rica, en Veracruz
Análisis de laboratorio indican que su madera data de esa centuria y pertenece a un roble endémico del norte de España

Redacción
Veracruz, Veracruz / 2019-05-02 - 11:28

En julio pasado, expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), junto con colegas norteamericanos, iniciaron la primera temporada del Proyecto Arqueología Subacuática en la Villa Rica, en aguas de Veracruz, una iniciativa que tiene el objetivo de localizar los navíos que hace 499 años hundiera Hernán Cortés en ese litoral, y que ha obtenido ya un primer y notable hallazgo.

Se trata, mencionó el doctor Roberto Junco Sánchez, titular de la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) del INAH, de un ancla europea que se encontró a 12 metros de la superficie, prácticamente cubierta por el sedimento marino, lo que ayudó a que, pese a tener casi cinco siglos en el lugar, ostente un buen estado de conservación.

El elemento de hierro mide 2.59 metros de largo en su caña y conserva no sólo sus dos brazos —de 33 cm cada uno—, sino también su arganeo y parte de su cepo de madera; componente este último que permitió a los especialistas tomar muestras y realizar estudios de datación para conocer su temporalidad, y de arqueobotánica a fin de indagar su procedencia.

Un primer examen hecho en el espectrómetro de masas del Instituto de Física de la UNAM, por un equipo a cargo de la doctora Corina Solís, fechó la madera, con una probabilidad de más de 95%, en un intervalo temporal que va de 1417 a 1492. En paralelo, otra muestra se envió al laboratorio Beta Analytic, de Estados Unidos, y fue ubicada, con una probabilidad idéntica, entre 1450 y 1530.

“Sabiendo que el árbol de cuya madera se labró el cepo pertenece al siglo XV, hicimos otros análisis en el Laboratorio de Arqueobotánica de la Subdirección de Laboratorios del INAH, los cuales mostraron que aquel árbol era un roble endémico de la cornisa cantábrica, al norte de España”, indicaron Susana Xelhuantzi y José Luis Alvarado, responsables de dicho laboratorio.

Lo anterior, explicó Roberto Junco, habla de una filiación cultural interesante en función de que en dicha época vascos y cántabros eran importantes productores de clavazón, anclas y otras herramientas de hierro utilizadas en la construcción naval.

No obstante de lo indagado científicamente, el titular de la SAS, quien codirige el proyecto junto con los arqueólogos subacuáticos Christopher Horrell, Melanie Damour y Frederick Hanselmann, del Meadows Center for Water and the Environment de la Universidad del Estado de Texas y la Universidad de Miami, respectivamente, enfatizó que no existen aún indicios para vincular el ancla con alguno de los 10 barcos que se presume hundió Cortés en 1519, o con las embarcaciones de Pánfilo de Narváez y otros exploradores ibéricos que desde ese año atracaron regularmente en las citadas aguas.

Acorde con fuentes documentales, el conquistador deshabilitó casi todos sus barcos para impedir que una parte de sus tropas se insubordinara y volviera a Cuba. La nave restante de las 11 que integraron su flota, la envió a España al mando de Alonso Hernández y Francisco de Montejo para entregar oro y obtener el favor del rey Carlos I.

Sobre el debate de si Cortés barrenó o quemó sus naves, el arqueólogo señaló que no existe un consenso y quizá no lo haya hasta encontrar un pecio asociado a esos 10 barcos que conserve indicios de uno u otro acto.

“Creemos que la idea de que quemó sus naves fue construida por los cronistas y es más una referencia a la antigüedad clásica; un ejemplo específico es la obra Túmulo Imperial, donde Francisco Cervantes de Salazar, a mediados del siglo XVI, describió a los barcos en llamas. En navegación, además, es más eficiente barrenar pues se obtiene un hundimiento inmediato, en cambio, un barco quemado no siempre llega a hundirse e incluso puede ser recuperable desde el casco”, detalló Junco.

Al hablar de los procesos a seguir en el ancla, los directores del proyecto mencionaron que la cuarta y última muestra que obtuvieron del cepo será enviada al proyecto de investigación europeo For Sea Discovery, que dirige la española Ana Crespo, para ahondar en la madera y corroborar su origen.

Actualmente, los especialistas continúan con el análisis de los datos recabados, a la par que generan la propuesta de una segunda temporada que tendría lugar en 2019. Cabe aclarar que el ancla es solo una de las más de 60 anomalías magnéticas que el equipo interdisciplinario localizó en los 10 km2 explorados.

“El proyecto está en su fase inicial. Tenemos por delante muchas horas de buceo para visitar los sitios que marcamos como anomalías magnéticas y ver si corresponden a objetos históricos o son elementos contemporáneos”, detalló el doctor Chris Horrell.

Adelantó que en la siguiente temporada de campo, los expertos se dividirán en dos frentes: uno abocado a la exploración de las anomalías y a incrementar el área prospectada con magnetómetro, y otro que regresará al ancla para excavar en su sustrato contiguo, especialmente en el área cercana al arganeo, pues a éste se ataba el cabo que unía al ancla con la nave.

“No haber encontrado materiales asociados al ancla nos hace preguntarnos cómo terminó allí, o si fue abandonada pese a que, sabemos, eran instrumentos sumamente caros en su época”, comentó la doctora Melanie Damour.

Por su parte, el doctor Frederick Hanselmann señaló que gracias a tecnologías como la fotogrametría, el ancla cuenta con una reconstrucción 3D que se usa con fines investigativos. En tanto, permanece in situ, vigilada gracias al apoyo de habitantes de la comunidad entre los que destacó al ingeniero Miguel Hidalgo y a la familia Franco.

A futuro, concluyó Roberto Junco, lo idóneo sería sacarla del mar y estabilizarla para garantizar su conservación. Asimismo, se buscaría que el objeto histórico pudiera permanecer en la Villa Rica y convertirse en un atractivo cultural y turístico de esta población veracruzana, donde también se asienta la Zona Arqueológica de Quiahuiztlán y los vestigios de la Villa Rica de la Vera Cruz, el primer ayuntamiento español en territorio mesoamericano y el segundo del continente americano, luego del Darién, en Panamá.


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