Hay dos instituciones que rozan la veneración de una deidad en Monterrey: El Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) y la cerveza.
Hace años, Juan Sánchez instaló La Taberna casi enfrente de ese centro de estudios y, un domingo reciente de marzo, cerró las puertas del bar por una pandemia. En ese momento pensó que sería solo por unos días.
Durante semanas, desde entonces, la barra del lugar ha sido ocupada intermitentemente por alguno que otro aficionado a la cerveza que, casi en silencio, acudía a rellenar su jarra con alguna Indian Pale Ale (IPA) nacional, un estilo de la bebida de alto amargor y creciente popularidad entre los mexicanos. La cerveza era para llevar.
Juan se prepara para reabrir las puertas del negocio, pero por conciencia propia e instrucción de la autoridad, ha guardado la mitad de las mesas a fin de crear espacio entre los concurrentes y piensa invitar a la gente a ocupar más la terraza. Él está al final de una cadena en la que los productores de cerveza advierten que el negocio cambió, quizás para siempre.
“La gente va a beber en casa y si es en casa, es lógico lo que tenemos que hacer: e-commerce y delivery”, advierte Fernando Gil, director general de Principia, una cervecería artesanal regiomontana que en 2019 instaló un ‘Tap Room’ en la colonia Del Valle de la Ciudad de México. El local actualmente está cerrado.
En México, la pandemia apagó la cerveza. El gobierno federal ordenó detener toda actividad “no esencial” para contener el contagio del coronavirus que causa el COVID-19. Grupo Modelo y la Cervecería Cuauhtémoc Moctezuma debieron parar también. En algunas ciudades, la autoridad ordenó una ‘ley seca’ y en estados enteros, como Yucatán, el mandato de detener la venta de bebidas alcohólicas llegó a decreto oficial temporal, bajo el argumento de contener la violencia intrafamiliar.
La industria cervecera en México iba muy bien. Al inicio del año, las perspectivas de uno de los principales productores de esa bebida a nivel mundial eran de mayor crecimiento. Pero el camino previsto inicialmente fue bloqueado por un virus oriundo de China.
Principia, fundada en Monterrey hace tres años, planeaba abrir este 2020 otro centro de cultura cervecera, similar al de la Ciudad de México, en la capital de Nuevo León.
Algo similar cuenta Alejandro Larios, director comercial de Fauna, la empresa de Mexicali que tal vez ha hecho más por mostrar a la gente que hay mucho más colores y sabores que las cervezas ‘claras u oscuras’. Fernando y Alejandro son dos rebeldes en una industria dominada en México por empresas globales como AB Inbev, dueña de Grupo Modelo y Heineken —controladora de Cervecería Cuauhtémoc Moctezuma— un corporativo mundial en el que Grupo Femsa mantiene actualmente una minoría accionaria.
Bloomberg Businessweek México buscó a Grupo Modelo y Heineken México a través de sus contactos de prensa para comentar acerca del mercado actual. Hasta el cierre de esta edición no habían respondido a la solicitud.
Datos de la Asociación Cervecera de la República Mexicana (Acermex) revelan que los independientes que la conforman aportan apenas 0.16 por ciento de la producción nacional en un país considerado una potencia mundial en este producto.
Lo más relevante, no obstante, está en el ritmo y éxito de su avance: una tasa de 53 por ciento de incremento anual en la producción desde 2011, de acuerdo con el reporte Producción de Cerveza Artesanal Independiente 2018, revelado a finales de 2019.
Visto de punta a punta, el cambio motivado por las 940 cerveceras reconocidas por la Acermex luce extraordinario: pasaron de 10 mil hectolitros hace 9 años a alrededor de 190 mil, actualmente. El de ahora es un volumen que le hace apenas un rasguño a las gigantes, que atentas, compran a las pequeñas empresas que pueden, a fin de minimizar riesgos.
No obstante, la producción artesanal ha requerido una inversión histórica en México superior a 5 mil 300 millones de pesos, detalló la Acermex en su informe. Mientras en 2010 abrieron apenas 10 nuevas empresas cerveceras artesanales, ya para 2017 y 2018 el ritmo de apertura acumuló 230 y 310 en cada año, lo que revela la creciente aceptación en el mercado. Eran, por decirlo de algún modo, uno de los casos de éxito empresarial en México.
“Estábamos bien, optimistas, empezamos bien”, destaca Larios respecto al arranque de este año durante una entrevista remota vía Zoom. Pero luego llegó la pandemia.
El cierre de bares y restaurantes ordenado por las autoridades para evitar contagios cerró la mayor vía de ventas de estas empresas, que en el caso de Fauna y Principia, cayeron 70 por ciento en abril respecto al mes previo. La opción fue el comercio electrónico, a veces improvisado, ante el aparente desinterés de compañías consolidadas de aplicaciones de servicios de reparto a domicilio.
“Entregamos directamente. Intentamos contactar apps, nos dieron puras largas”, explica Gil, de Principia. Recurrieron entonces al gigante Amazon para entregas nacionales y a su equipo para repartir en Monterrey. “Distribuye la misma gente de la planta y es súper sencillo, con puro WhatsApp”, añade el cervecero.
Entonces las cosas empezaron a funcionar. El ritmo de pedidos mediante la empresa de Jeff Bezos compensó parte de la caída a un ritmo importante para los volúmenes de una pequeña procesadora de malta.
Una tarima de cerveza cada dos días, revela Gil, quien explicó que ante la orden gubernamental de parar la producción, prácticamente agotó su inventario en bodegas y tanques.
Al menos ya vendieron en mayo un 50 por ciento de los montos mensuales previos. Pero el futuro inmediato advierte que los restaurantes y los bares no regresarán a una situación habitual pronto y con ello surge una duda: ¿Qué va a pasar con el negocio de la cerveza artesanal que empezaba a brillar en el país?
“Más comercio electrónico, supongo que va a incrementar. Los pequeños productores vamos a tener que innovar en nuestros propios puntos de venta. También, boutiques de cerveza”, sugiere el director de Fauna, quien posee dos de estas tiendas: una en Mexicali, Baja California; la otra en Hermosillo, Sonora.
Las dos estaban cerradas hasta inicios de junio, una medida que comenzó en los albores de marzo. Fauna acelera sus ventas a domicilio, apoyándose en quienes antes movían cajas en la bodega. El esfuerzo extraordinario es necesario en un país cuyo gobierno dejó por su cuenta a los empresarios, productores y comerciantes, sin importar su tamaño.
A 15 minutos del negocio de Larios, en San Diego, California, vive Ryan Brooks, el maestro cervecero fundador de South Norte, nombre surgido de sus vínculos con Baja California, entre ellos, su esposa, nacida en México.
“¡Al 100 por ciento!”, responde cuando se le pregunta sobre su nivel de ventas actual respecto al previo a la pandemia.
Brooks advierte que la gente en su entorno, aquella que incluso perdió su trabajo, recibe un cheque de desempleo por parte del gobierno y además otro ofrecido de manera general por las autoridades locales para compensar a los adultos por las afectaciones de los cierres producto de la pandemia.
“Están haciendo más dinero que cuando estaban trabajando. Están sentados en casa, engordando”, afirma.
Brooks está a punto de aumentar su mercado.
Ya exporta a Chile y le interesa el resto de Sudamérica, a donde también pretende llegar Fauna.
Es más fácil llegar allá que a Estados Unidos, asegura Larios, en donde llevar una IPA es como que los estadounidenses vendan tacos a los mexicanos.
Pero la bajacaliforniana debe enfrentar otros retos que Brooks no. Su principal mercado, México, es muy sensible a los precios. Producir cerveza artesanal no tiene la escala necesaria para reducir los costos de los insumos que ahora; además, deben pagar en dólares, cuyo tipo de cambio con el peso subió y, por consecuencia, habrán de aumentar precios que ya eran altos comparados con las cervezas industriales.
A esos precios altos aún deben añadir el Impuesto Especial Sobre Producción y Servicios (IEPS), que en términos relativos es más alto para una cerveza “cara”. Hay que sumar 26.5 por ciento al precio, para dárselo al gobierno. En una cerveza de 10 pesos no pesa tanto, pero en una de 30, en la coyuntura actual, ya duele.
De cualquier modo, tanto Larios como el director general de Principia están optimistas ante el posible mercado que les abrió la compra de desesperados consumidores que, en esta temporada de escasez cervecera, entraron repentinamente a su nicho.
“Fue una perfecta clase de economía esta pandemia, si la gente paga 40 o 50 pesos por una Tecate, ¿por qué no pagarlos por una artesanal?”, reflexiona.
Larios espera convencer a una parte de ese mercado que compró sus cervezas ante la ausencia de las de Cuauhtémoc Moctezuma y Modelo. De lo que no está muy seguro es que el gobierno del país contribuya a que su negocio crezca.
El caos cervecero, desde luego, no se ha limitado a las fronteras del país o al de los productores artesanales.
En Londres, en donde la cerveza es tan común como el futbol, algunos dueños de bares que no podían vender su cerveza tuvieron que tirarla por el desagüe.
La posibilidad de reapertura de pubs, que alguna vez fueron bulliciosos y ahora parecen pueblos fantasmas, es un problema importante para la elaboración de gigantes como InBev, Carlsberg y Heineken, acostumbrados a dominar el mercado global de cerveza.
Si bien los estadounidenses prefieren beber en casa (las ventas de comida representan alrededor de cuatro quintos del consumo), los restaurantes, bares y cafeterías representan aproximadamente la mitad de los ingresos de los cerveceros en gran parte de Europa.
Y los problemas se ven agravados por el paro total del futbol y otros deportes, así como por la cancelación de grandes eventos como el Oktoberfest y la probable escasez de carnes asadas y salidas a la playa este verano, todo lo cual con frecuencia se empapa en cerveza. La industria de esa bebida se enfrenta a su peor momento en la memoria reciente, afirma Cees ‘t Hart, director ejecutivo de Carlsberg. Con las ventas en supermercados, dice, “el efectivo todavía está llegando, por lo que no es el fin del mundo, pero sigue siendo un desastre”.
AB InBev, Carlsberg, Heineken y Asahi han informado de un colapso en las ventas del primer trimestre y retiraron sus pronósticos financieros para el año. Asahi, que en los últimos cinco años ha gastado decenas de miles de millones de dólares en la adquisición de algunas de las marcas de cerveza más codiciadas de Europa, incluidas Peroni y Pilsner Urquell, mencionó que sus ganancias operativas en el extranjero cayeron un 72 por ciento durante el periodo.
AB InBev llegó a perder casi la mitad de su valor de mercado desde principios de año, Heineken bajó hasta un 24 por ciento y Carlsberg, un 20 por ciento.
La British Beer and Pub Association predice que el 40 por ciento de los 47 mil pubs de Gran Bretaña nunca volverán a abrir sin el apoyo financiero del gobierno.
“La industria de la cerveza y el pub de Reino Unido se encuentra en medio de una crisis existencial”, escribió Emma McClarkin, CEO de la asociación, en una carta abierta dirigida al canciller del Tesoro, Rishi Sunak, en la que pedía subsidios estatales.
Para que la espuma fluya nuevamente, las grandes cerveceras están tratando de apuntalar a los dueños de los pubs, los “publicanos”. El 11 de mayo, Carlsberg presentó un programa llamado Love My Local, que ayuda a convertir los pubs en Reino Unido en negocios de comida para llevar. En marzo, AB InBev, la compañía detrás de cientos de marcas, incluidas Budweiser, Stella Artois y, desde luego, la internacionalmente famosa Corona, lanzó un esquema similar llamado Save Pub Life, que alienta a los clientes a comprar cupones que pueden canjear por pintas de cerveza cuando vuelvan a abrir sus locales favoritos.
AB InBev señala que ha vendido pagarés por más de medio millón de pintas a través de dichos programas, recaudando 6 millones de euros (6.5 millones de dólares) para locales en Bélgica, Francia y Países Bajos.
“Durante estos tiempos sin precedentes, estamos trabajando en estrecha colaboración con el sector con el apoyo de alquiler y servicios, pero también queríamos liderar un movimiento más amplio”, comenta Jason Warner, quien dirige el negocio de AB InBev en Europa.
Pero la industria también se está preparando para un largo periodo de ventas planas, ya que los bares como el White Horse tendrán poca semejanza con los que los bebedores se encontraron todavía en marzo.
Cuando finalmente vuelvan a abrir sus puertas, en julio quizás, los pubs británicos probablemente tendrán escudos de plástico para proteger a los camareros, marcas en el piso que denoten distancias seguras para los clientes, desinfectantes para manos en todas partes y límites draconianos en la cantidad de clientes permitidos en la puerta en cualquier momento. Algo similar a lo que ocurrirá en bares mexicanos como La Taberna, en Monterrey, México, desde este mes.
Y ‘t Hart, el jefe de Carlsberg, está preocupado de que muchos bebedores de bajos ingresos encuentren una visita a su abrevadero local como una indulgencia inasequible: en una visita de abril a Ámsterdam, un taxista le dijo a ‘t Hart que su tarifa de 60 euros era el único ingreso que había tenido en un mes.
Eso sugiere un alejamiento de las etiquetas artesanales y premium que han impulsado el crecimiento en los últimos años. “Podría ser que por un tiempo nos centraremos en las marcas económicas”, dice ‘t Hart. “Las consecuencias económicas serán mucho más largas y quizás un poco más dolorosas”.
AB InBev, el mayor productor de cerveza del mundo, está mirando a China como un indicador de lo que puede esperar cuando los países comiencen a salir de los confinamientos.
En abril, los envíos de la compañía a clientes en el país, donde marcas como Budweiser, Harbin y Boxing Cat son un elemento de consumo de discotecas, cayeron un 17 por ciento, un resultado lamentable, pero mejor que la caída del 45 por ciento en el primer trimestre. Para ayudar a impulsar las ventas, la compañía ha provisto a 14 mil establecimientos de bebidas con ‘kits de apertura’ que incluyen desinfectantes, cubrebocas y planos con diseños sugeridos para mantener a los bebedores separados.
“Lo que vemos en China es que está teniendo lugar una recuperación”, dice el CEO de AB InBev, Carlos Brito. “Nuestros clientes están reabriendo y los consumidores han vuelto a hacer cosas que les gusta hacer”.