Campesino se negó a vender amapola por un precio de 150 pesos al día; huyó luego de que el crimen organizado asesinó a familiares |
De amapolero del narco a dulcero: 'aquí se está en la gloria' |
Por: Excélsior 2018-02-28 - 10:38:10 / Ciudad de México |
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Arrastra la pierna mientras vende tamarindos en el centro de Cuernavaca. Sembraba amapola en la sierra de Guerrero, pero los precios de miseria que pagaban los narcotraficantes provocaron que tuviera que salir huyendo luego de que el crimen organizado asesinara a su hermano y su tío. Aunque su estado de salud le ha dificultado encontrar trabajo y apenas junta el dinero necesario para darle de comer a su familia, afirma sentirse en "la gloria" ahora que intenta reconstruir su vida. Una de tantas historias que se viven a diario en México, un país donde los desplazados se ven forzados a huir de su lugar natal para escapar de la violencia. Por razones de seguridad, acepta contar su historia en una entrevista con la condición de mantener oculto su nombre para que los narcotraficantes que le dispararon no puedan identificarlo. Cuando le pregunto si prefiere utilizar un seudónimo, me dice que lo llame simplemente Raúl. El encuentro se produce en el marco de la #RutaHuffPost por Morelos, en la búsqueda de historias como la de Raúl, que rara vez tienen oportunidad de aparecer en los grandes medios de comunicación. Hace cuatro meses que Raúl, quien supera ya los 30 años de edad, llegó a Cuernavaca junto con sus dos hijos (una niña de 6 años, un niño de 3) y su esposa, además de su madre. Todos rentan un cuarto en el centro de la capital morelense, luego de pasar casi un año en Chilpancingo tras salir huyendo de Tlacotepec, su pueblo natal, incrustado en lo profundo de la sierra guerrerense. Un lugar donde la violencia impuesta por el narcotráfico impone su propia ley frente a un Estado ausente. "La gente que está por allá, es la mafia la que está haciendo feo, porque allá si no trabajas, te vuelvo a repetir hermanito, te matan, te quitan tus cosas. Te pagan una miseria y de nada sirve. Me vine por esa causa. Perdí a mi tío, perdí a mi hermano. Me dieron un balazo y la neta sí me duele, porque son cosas que se recuerdan y lastiman bien gacho. “Perder un familiar es lo más duro. La neta no tengo malas intenciones. Me quiero curar de mi pie para ir a cobrar algo allá, pero no sé qué hacer", explica. "Cuando me dieron el balazo me trajeron a Chilpancingo para que me curara. En Chilpancingo mi esposa me dijo que ya no regresáramos para allá. Nos regresamos al pueblo, pero ya no me gustó, porque lo único que encontré en mi casa fue ceniza. Me quemaron mi casa, mis cosas, mi bestia me la recogieron. Ya no tenía nada por allá". —¿Qué cultivabas por allá?— le pregunto. —Maíz, frijol... y la mera verdad sí sembraba yo lo que es la amapola. —¿Cuánto te dejaba la siembra de amapola? —No deja mucho. El maíz, frijol, lo siembras para que comas todo el año. Y la amapola, pues eso sí. Ya el trabajo te lo pagan por gramo o por pedazo. Luego andas ocupándolo para ir comiendo: un refresco, traer carne, porque casi no hay dinero para allá. —¿A cuánto pagan el pedazo de amapola? —Te pagan 150 diario, el día. Y no te dan más. Si tienes familia te las arreglas tú. Ora sí que te pagan 150 pesos y si no te gusta, te aguantas. —¿Qué detonó que te pegaran el balazo? —Porque no quisimos venderles un pedazo de amapola. Nos estaban pagando muy barato, hermanito. Y pa' lo que se meten de dinero allá, pues no, no cubría lo que ellos daban, pal pedazo de nosotros, lo que habíamos gastado. Queríamos sacarnos aunque sea una feriecita, pa' nosotros. No les gustó eso y trataron a su manera de ellos. —¿Y cómo fue cuando te dieron el balazo? —Estábamos a mitad del pedazo, yo, mi hermano y mi tío. Íbamos apenas a empezar a rayar para comenzar a cultivar. De repente nos hablaron. Nos empezaron a plomear hermanito. Yo nomás veo cuando cayó mi hermano. Cuando quise buscarlos, a mi tío y mi hermano, siento un balazo también yo y son duros los balazos, hermanito, me tumbó y me desmayé. Cuando desperté estaba yo en el pueblo, pero mi hermano ya no lo vi. Mi esposa me dijo que mi hermano estaba muerto y mi tío también. Me trajeron a Chilpancingo y gracias a Dios no perdí mi pie, pero estuve a punto de perderlo. Su voz refleja la tristeza de quien ha perdido todo. No hay nada pa' lla que yo tenga... te queman tus cositas, te recogen tus bestias. Te vuelvo a repetir, si se pone uno rebelde te matan y tu familia se anda muriendo por esa causa", dice. Sin embargo, el futuro en Cuernavaca pinta mejor, a pesar de todo. Reconoce que tras su llegada a la capital de Morelos, ha conocido cosas que nunca había visto, como la bondad de la gente. Por eso reconoce que, a pesar de la pobreza y las dificultades que le ha sorteado la vida, ahora se encuentra "en la gloria". —¿Qué te ha sorprendido más de tu llegada a Cuernavaca? —La gente. La gente aquí es bien buena, hermanito. Se quitan un taco para dártelo. Allá no, carnalito. Allá es tan dura la vida que aquí está uno en la gloria. Allá no, allá sí está triste. —¿Y cómo te va con la venta de dulces? —Regular carnalito, no me puedo quejar. Para ir comiendo y para darle a mi familia lo que necesite, gracias a Dios. Cuenta que las heridas en su pierna y una hernia que le produjo la vida en el campo le han impedido conseguir trabajo como albañil, ya que no puede cargar objetos pesados. |